Beetlejuice Beetlejuice
Deben quedar pocas películas que hayan marcado de alguna manera la cultura popular estrenadas durante los 80 y 90s sin una secuela legado, y francamente no siempre salen bien. Beetlejuice ha tenido intentos de secuelas antes pero nunca llegaron a etapa de producción, hasta que finalmente Beetlejuice Beetlejuice está entre nosotros. Hay legacy sequels que salen bien porque dentro del cinismo y la maquinaria de hacer plata que es hoy la industria de Hollywood, aún quedan artistas con corazón interesados en contar algo que valga la pena y no solamente explotar la nostalgia de un nombre o una marca.
Tim Burton es uno de ellos y que su nombre vuelva a estar en los créditos de director es bastante garantía. Nadie más que él puede llevarnos al mundo de Beetlejuice. Sin embargo, es cierto que Burton no estrena una película desde 2019 (Dumbo) y que sus últimas películas se alejan bastante del estilo que lo caracterizó en los primeros años de su carrera. Sus años con Disney haciendo versiones live-action de clásicos, adaptaciones de historias conocidas y mucho CGI. Pero fue un alivio confirmar que en Beetlejuice Beetlejuice, Tim Burton volvió a sus raíces.
Además de volver a abrazar los sets, las iluminaciones coloridas, las maquetas, marionetas, máscaras y efectos prácticos, lo que se nota -y que vengo resaltando en varias películas este año de directores que aprecio mucho- es que Tim Burton se está divirtiendo y disfrutando un montón.
Al igual que en el mundo real, para los Deetz también pasaron 36 años desde que el bio-exorcista del más allá vino a atormentarlos. Lydia es ahora seudo-famosa y tiene un programa de televisión sobre fenómenos paranormales, donde su nuevo novio explota sus habilidades para ganar plata. Su hija Astrid (Jenna Ortega es una incorporación que calza perfecto) vendría a ser algo similar a la Lydia original, una adolescente medio emo que no tolera a prácticamente ninguno de los adultos en su vida.
La trama se dispara a partir de la muerte de Charles, que se cuenta de forma muy divertida con una escena animada y es una forma inteligente y doblemente graciosa teniendo presente el contexto de lo que pasó con Jeffrey Jones. Que lo veamos sin cabeza durante el resto de la película es un excelente toque. Delia es ahora una artista exitosa, y sigue tan delirante como siempre.
Esto lleva a los Deetz nuevamente a Winter River, a la casa de los Maitland, y a Beetlejuice. En el “afterlife” además de Beetlejuice y Bob, hay nuevos personajes. Monica Bellucci es su vengativa y desmembrada ex-esposa que succiona almas de los muertos, y Willem Dafoe es divertidísimo como un actor-detective del más allá. Por otro lado, en Winter River, Astrid se verá envuelta en una aventura con un chico que la llevará al mundo de los muertos, y Lydia se verá obligada a pedir la ayuda de Beetlejuice para salvarla.
Todo esto que intenté resumir acá es una trama bastante abultada llena de personajes, que en la película es evidente que algunas están sobrando. Tal vez Astrid podría conocer al chico antes, o el disparador podría haber sido simplemente la muerte de Charles. La subtrama de Monica Bellucci no agrega absolutamente nada a la historia principal, pero sí tiene algunas de las mejores secuencias de la película, como su introducción uniendo sus extremidades al ritmo de Tragedy o el flashback a lo terror italiano de Beetlejuice contando cómo la conoce, que me hizo estallar de risa.
El personaje de Willem Dafoe en sí no aporta nada, y el de Justin Theroux es un villano más en una historia que parece que tiene demasiados. Pero el cast es tan talentoso que logra lucirse y tener por lo menos un momentazo, y al fin y al cabo, nadie va a ver Beetlejuice por la trama, sino para divertirte con un conjunto de ocurrencias absurdas del mundo Burtonesco, y en eso, esta película no defrauda.
Párrafo aparte para Michael Keaton, que además de Burton, es el responsable de que este fantasma/demonio bio-exorcista funcione tan maravillosamente. En 1988 y ahora. Beetlejuice Beetlejuice es disfrutable por completo, pero cuando Keaton está en pantalla, hay una chispa de vitalidad (irónicamente) extra que hace que todo tenga más sentido. Catherine O’Hara se luce acá aún más que en la original y logra sacarte carcajadas con apenas una expresión. Winona conserva el encanto de siempre y me gustó mucho la química con Jenna Ortega. Logran encontrar ternura y corazón en ese vínculo de madre e hija que conmueve aún cuando están rodeados de cadáveres o bebés demoníacos.
No es perfecta, pero sí extremadamente divertida y disfrutable, que no es poco. ¿Qué les pareció?