Perfect Days
Levantarse antes del alba. Ir al baño. Humedecer las plantas. Salir y mirar al cielo. Respirar. Tomar un sorbo de café. Elegir una buena canción, y arrancar el día. Esa es la rutina matutina de Hirayama, el protagonista de Perfect Days, la última película del alemán Wim Wenders.
Después de ese ritual, Hirayama va rumbo a su trabajo al ritmo de Lou Reed o Patti Smith. Su trabajo es limpiar baños públicos, algo que no parece nada especial ni elegante, al contrario. Pero esta historia sucede en Tokio, así que estos baños públicos no son como nada a lo que estamos acostumbrados. Tienen diseños bastante únicos y espectaculares, hasta parecen pequeñas naves estacionadas en la calle o en los parques.
Los parques y sus árboles, esa naturaleza que aún puede sobrevivir en la vorágine y las construcciones de una ciudad como Tokio, es también protagonista de esta historia que a simple vista es sencilla. Sin aparentes conflictos. Este hombre de mediana edad llevando una rutina que no debería ser para nada especial, pero sí lo es. Hay algo fascinante que logra Wenders desde su lente y es ponernos en calidad de observadores. Pero observadores de un observador. Porque Hirayama parece percatarse de cada detalle a su alrededor, por más insignificante que sea, para no perderse un segundo de belleza. Los niños jugando en un parque, el sol colándose entre las hojas de los árboles. Tomarle una fotografía.
Perfect Days no sólo revaloriza la belleza de lo simple y de lo rutinario. Sino también de lo analógico, lo táctil, lo físico. Hirayama escucha mucha música en cassettes y no sabe lo que es Spotify. Lee libros que compra de una librería pequeña cuya librera ya conoce. Saca fotografías analógicas, las revela y las guarda en cajitas etiquetadas por fecha. Las cosas que vio, que escucha y que lee las tiene ahí consigo.
Pero detrás de esa belleza en lo mundano y lo simple (y tanto Wenders como Koji Yahusho hacen que podamos ver la rutina diaria de este hombre sin aburrirnos por un buen rato), nuestro personaje es profundamente solitario.
Perfect Days es una película con muy pocos diálogos, pero es a través de las miradas y las acciones que podemos conocer a nuestro protagonista. Hasta que en la segunda mitad empezamos a entender un poco más de donde viene. La película no nos da tanta información, pero sí la suficiente para que entendamos que Hirayama eligió esta vida sencilla, donde el ahora es el ahora. Donde el presente no se pierde de vista en la frivolidad del consumo.
Perfect Days nos recuerda que la belleza y el disfrute están en todos lados. Pero hay algo más. Con ese plano final musicalizado por Nina Simone, sostenido implacablemente por Yakusho, nos muestra un rango de emociones increíblemente conmovedor. Hirayama esconde algunas heridas, algo lo hizo intentar buscar una vida más plena y presente. Pero ese presente también se compone un poco de nuestro pasado, no se borra por completo. Como el sol entre las hojas, a veces logra colarse por los espacios.
Se ve por Mubi.